A pocos días de la segunda vuelta
por las elecciones presidenciales se genera un debate, si es que se le puede
llamar así al barullo en redes sociales que trasciende a los medios de
comunicación y por tanto nuestra vida cotidiana, acerca de cuál es la mejor
opción o la menos peor para el país.
Los dos candidatos que se
enfrentan: Por la derecha Iván Duque y por la izquierda Gustavo Petro, se encuentran
con una sorpresa y es la cantidad de votos que quedaron huérfanos para la
segunda vuelta con la perdida de Sergio Fajardo y tienen claro que capitalizarlos
puede marcar la diferencia necesaria para ser presidente en el periodo 2018 –
2022.
Antes de continuar es necesario
aclarar que los colombianos en la actualidad están prestando poca atención a
las propuestas de los candidatos y votan por ellos por lo que representan, esto
es válido para los seguidores de todos los candidatos, lo cual genera
sectarismos por parte y parte.
Si bien es cierto que durante las
elecciones del pasado 27 de mayo los 4.589.696 votos que se traducen en ciudadanos
que decidieron votar por Sergio Fajardo después de haber revisado sus
propuestas, pero también es cierto que una cantidad considerable decidió votar basándose
en lo que representaba, una representación de lo que algunos llaman candidato
tibio (ni muy frio ni muy caliente) pues sus propuestas no van ni muy a la
derecha ni muy a la izquierda, aunque a mi parecer si existe una leve
inclinación hacia el lado del progresismo.
Hace poco se confirmó que habrá
voto en blanco para la segunda vuelta, pero a diferencia de la primera estos NO
serán significativos, es decir solo servirán para dejarles claro a ambos
candidatos que no les gustan sus propuestas, porque aunque gane el voto en
blanco el ganador se decidirá entre los votos restantes, lo que significa que
un candidato puede ganar por un solo voto de diferencia.
Ahora, si es claro que un gran
porcentaje de los votantes no apoyan ninguna de las dos candidaturas, entonces
el voto en blanco no diría nada nuevo, sería en mi opinión algo tan inútil como
levantar las manos para que deje de llover.
Votar en blanco en este caso es algo similar a cuando toca decidir si debo terminar o no mis estudios de secundaria, al final si me disgustan las dos opciones mis padres se encargarán de tomar la decisión y debo aceptarla.
Considero entonces que el hecho
de que los candidatos no representen lo que quieres para Colombia no te exime
de la responsabilidad de escoger quien nos va a gobernar pues la postura de dejar
que los demás decidan por mí, reduce ostensiblemente la autoridad moral para
criticar el próximo gobierno (que es algo en lo que los colombianos nos hemos
especializado) porque es una decisión que afectará no solo a los que voten sino
a todo el país.
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